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viernes, 8 de noviembre de 2019

ANTONIO LANCETA. EXPOSICIÓN EN LA OLA, LA ISLA DE CAMARÓN

Esta entrada sólo es para rendir homenaje a Antonio Lanceta que será recordado por sus amigos de La Isla en el Bar La Ola, del 09/11/2019 al 29/02/2020.

SIN LANCETA Por Antonio Jiménez Cuenca

Antoñito Lanceta era un ángel bohemio. Llevaba todo el salero de la bahía de Cádiz en sus bolsillos rotos. Y también la luz de colores vivos y pasteles del cielo sevillano con los que ilustraba sus cuadros. Cuadros de viñetas, de comics, de tebeos, peculiares e inconfundibles. Cuando veías una de sus obras siempre decías “mira Lanceta”. Esas calles peligrosas, a medio camino entre la vida y la muerte, con gánsteres piadosos y mujeres de la vida. Siempre en el filo de la navaja y siempre todos fumando, hasta los gatos. Sus gatos, sus marineros, sus flamencas, sus gordos y gordas, sus lumis y sus forzudos, vida de arrabal al límite, habitaciones tórridas en noches cerradas, atmósfera de penumbra tamizada por persianas de palillería. En sus tiras de cómics se respira el dramatismo cómico de su deambular por este mundo, de Triana a la Alameda de Hércules o al Bar París del Piojito de La Isla. Como en sus ilustraciones por encargo; para la apertura del Bar el Pozo Santo, donde el hecho milagroso no fue que el niño caído al pozo saliera vivo sino que saliera seco, con su ropita seca, por intersección de la Virgen. Antoñito lo retrató como los niños de primera comunión. 

O aquella flamenca guapa que viajaba por el mar de las Antillas para tomar café, que realizó para la compañía de flamenco de Paco Moyano, o su reproducción de la Virgen Macarena, serigrafiada y vendida en el jueves sevillano. Su vida está indisolublemente unida a Sevilla y Triana, donde vivía. Pero su querencia a la calle Feria y a la Alameda le empujaba irrefrenablemente a deambular de una a otra. Antoñito Lanceta vivió como soñaba, solo. Por esto Joseph Conrad, al que leía en original, fue uno de sus autores preferido. Aceptó su destino y el sentimiento rápido de la vida. Sin concesiones a nadie, su demonio interior no le dejaba. Como su justa bonhomía que le hizo seguir la senda de los puros. De los flamencos cabales porque él lo fue. Dandi del sur, roquero, flamenco y glam. Había que verlo delgadito como un pincel hacerse de rogar cuando le pedían un cante. Entonces él, al cabo de un rato, emprincipiaba, camaronero fetén, por aquello de “Ya no me cantes cigarra, ya para tu sonsonete…”. Despertaba la curiosidad y el deseo. Estar cerca de él producía la satisfacción vanidosa de la exclusividad: mira quien tengo a mi lado...
Pocos como Lanceta para hablar de cine o de comic o de música o de la vida, de lo mejor que se podía hablar con él era de la vida. Antoñito lo había vivido todo, conocía su destino, sabía a donde iba porque sabía de donde venía. Recordarlo hace emerger una media sonrisa socarrona porque nunca se arrugó de valiente que era. ¡Qué te echamos de menos compare!

Antonio Jiménez Cuenca, Sevilla a 22 de julio de 2019

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